La educación en el 2030
El
despertador sonó con más fuerza que nunca. O por lo menos así le pareció a
Diego. Lo cierto es que a este le
costaba menos levantarse cuando era consciente de que no tenía la obligación de
desplazarse hasta el instituto, puesto que ese día le tocaba clase a distancia,
o como él decía: “Clase digitalizada”. Consideraba que disponía de más tiempo y
de más libertad a la hora de organizarse y de prepararse el material académico
pertinente. Diego podía desayunar con tranquilidad, y no con las prisas que
para él implicaba la asistencia a clase. Hacía ya cinco años que se había
implantado la jornada escolar semipresencial. Es decir, los jóvenes solo tenían
que asistir a clase 2 días a la semana. Los otros tres días restantes, todas
las clases se impartían de forma digitalizada. Esto es a través de Smartphones, ordenadores o tabletas. Al principio
la idea suscitó ciertas controversias, ya que algunos incrédulos consideraban que
tanta digitalización no sería ni viable ni oportuna. Sin embargo, la sorpresa
fue bastante grata cuando el rendimiento escolar se potenció, junto con la
media de las notas, que también había incrementado.
Diego
era un buen estudiante. Dominaba todas las materias, pero sentía especial
interés por la asignatura de Lengua y Literatura castellana. Le encantaba la literatura,
sobre todo la juvenil y el mundo de los cómics y las viñetas. Las herramientas
digitales y programas informáticos que utilizaba en esta asignatura
contribuyeron al desarrollo de las destrezas escritas y pictóricas de Diego, quien
creaba cómics y viñetas cada vez más originales y preparadas. Otro aspecto que
le agradaba de esta nueva metodología escolar es que ya no tenía que hacer
exámenes. No había de pasar por los nervios que siempre había implicado la
realización de una prueba escrita que evaluaba tus supuestos conocimientos
adquiridos. Ahora la evaluación se basaba en el seguimiento del trabajo, y en
los proyectos que se elaboraban por medio de las diversas plataformas digitales
de carácter educativo. La tecnología había avanzado considerablemente en el
ámbito de la educación. Los profesores con solo abrir un determinado programa
informático ya tenían conocimiento de cuántos alumnos estaban conectados
escuchando sus explicaciones. Estos docentes también podían controlar la
evolución de los trabajos que se iban mandando a lo largo del curso. Podían
saber el tiempo que sus alumnos le dedicaban a su propia materia.
Los
días de jornada escolar presencial no eran del todo malos, para nada. Es más,
Diego los agradecía. Agradecía el contacto personal y social que solo un aula
te puede ofrecer. Le gustaba ir y disfrutar de la compañía de sus amigos y compañeros
de clase. El clásico recreo tampoco podía faltar. Los juegos, las risas, los
partidos de fútbol, las miradas cómplices entre amigos y compañeros, etc. Son
estas cosas las que siempre prevalecerán en la escuela, debido a que son un
sello personal y único de la misma. Por mucho que la tecnología avance, hay
ciertos aspectos que no podrán cambiar, y que esta tampoco podrá modificar,
porque son elementos propios de la naturaleza y condición humana.
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