“Por su mirada ensimismada, deduzco que ha vuelto a
desconcentrarse. Le ruego que cierre el programa y retome la tarea cuando sus
niveles de productividad sean óptimos”. Otra vez le había vuelto a pillar Ofelia.
La verdad es que hacía días que había descubierto, cubierto de polvo y con las
páginas amarilleadas, un ejemplar de Un
mundo feliz, de Aldous Huxley, y que desde entonces no encontraba sentido a
nada de lo que hacía. “¿De verdad es este el fin de la existencia, aquello para
lo que hemos sido creados?”, se preguntaba cada vez que desconectaba su mente
de la nube, ya que tenía constancia de que sus tutores, firmes seguidores de la
Iglesia del Pensamiento Positivo, tenían
acceso a su sistema operativo. Y es que
ya eran cuatro las ocasiones en las que le habían camuflado antidepresivos en
la comida por albergar pensamientos discordantes, preocupados porque acabara
convertido en un paria, como ya les había advertido la médico que había
revisado su genotipo nada más nacer.
En fin, ya eran las 17:00h y su cuidadora por
telepresencia, cuidadosamente contratada para que le vigilara en sus horas de
menor rendimiento, no tardaría en manifestarse. Así que, por la cuenta que le
traía, se colocó las gafas de realidad virtual y se dispuso a consumir la
porción de información que le tenían preparada, no fuera que se llevara la
impresión de que disfrutaba de tiempo libre, entendido desde comienzos del
siglo como tiempo desaprovechado, ineficiente. 10 compañeros en línea. “Improving”,
ponía. ¿Qué área de conocimiento tocaría hoy: la batalla por el agua, la yihad
urbana, el diseño de cyborgs, los últimos avances en biotecnología, la gestión
de la Inteligencia Artificial, la planificación de viajes espaciales, la
autopromoción, organizarse para compaginar cuatro trabajos…? Una y otra vez revisaba
los contenidos, continuamente actualizados y adaptados a los métodos de
aprendizaje de cada cliente, pero en su fuero interno seguía sintiendo que le
faltaba algo. Pensaba en su recién adquirida impresora 3D y se preguntaba qué sería,
cómo podría dar forma a una sensación para tener a Pavel, la última
incorporación a la nómina de hologramas del centro, satisfecho, al tiempo que
impresionaba a los cazatalentos que todos sabían que se escondían tras los
directivos del centro.
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