domingo, 22 de mayo de 2016

Práctica 8: La educación en 2030




“Por su mirada ensimismada, deduzco que ha vuelto a desconcentrarse. Le ruego que cierre el programa y retome la tarea cuando sus niveles de productividad sean óptimos”. Otra vez le había vuelto a pillar Ofelia. La verdad es que hacía días que había descubierto, cubierto de polvo y con las páginas amarilleadas, un ejemplar de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y que desde entonces no encontraba sentido a nada de lo que hacía. “¿De verdad es este el fin de la existencia, aquello para lo que hemos sido creados?”, se preguntaba cada vez que desconectaba su mente de la nube, ya que tenía constancia de que sus tutores, firmes seguidores de la Iglesia del Pensamiento Positivo,  tenían acceso a su sistema operativo.  Y es que ya eran cuatro las ocasiones en las que le habían camuflado antidepresivos en la comida por albergar pensamientos discordantes, preocupados porque acabara convertido en un paria, como ya les había advertido la médico que había revisado su genotipo nada más nacer.


En fin, ya eran las 17:00h y su cuidadora por telepresencia, cuidadosamente contratada para que le vigilara en sus horas de menor rendimiento, no tardaría en manifestarse. Así que, por la cuenta que le traía, se colocó las gafas de realidad virtual y se dispuso a consumir la porción de información que le tenían preparada, no fuera que se llevara la impresión de que disfrutaba de tiempo libre, entendido desde comienzos del siglo como tiempo desaprovechado, ineficiente. 10 compañeros en línea. “Improving”, ponía. ¿Qué área de conocimiento tocaría hoy: la batalla por el agua, la yihad urbana, el diseño de cyborgs, los últimos avances en biotecnología, la gestión de la Inteligencia Artificial, la planificación de viajes espaciales, la autopromoción, organizarse para compaginar cuatro trabajos…? Una y otra vez revisaba los contenidos, continuamente actualizados y adaptados a los métodos de aprendizaje de cada cliente, pero en su fuero interno seguía sintiendo que le faltaba algo. Pensaba en su recién adquirida impresora 3D y se preguntaba qué sería, cómo podría dar forma a una sensación para tener a Pavel, la última incorporación a la nómina de hologramas del centro, satisfecho, al tiempo que impresionaba a los cazatalentos que todos sabían que se escondían tras los directivos del centro. 

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